domingo, 4 de diciembre de 2011

LA MASACRE DE UNCIA

Al igual que en el resto de América Latina a fines del siglo XIX y comienzos del XX, en Bolivia comenzaron a formarse las primeras organizaciones obreras, a lo largo de la década de 1910 y 1920 se organizaron y aumentaron la participación de los obreros, sobre todo en los sectores mineros ya que las minas eran explotadas por empresas extranjeras a lo largo del sector cordillerano del país, logrando un gran auge económico para el país pero, a la vez  tubo como consecuencia la explotación de una gran parte de la sociedad y de los trabajadores bolivianos.

El 1 de mayo de 1923, en Uncía, capital de la Provincia de Bustillo, perteneciente al departamento de Potosí, no sólo se conmemoró el recuerdo de “Los mártires deel objetivo de organizar la resistencia cansados de la explotación de las compañías estañíferas  Chicago”, sino que también se fundo la “Federación Obrera Central de Uncía” (FOCU), con “La Salvadora” y “Estañifera Llallagua”, promover la solidaridad y el compañerismo entre los obreros, como así también lograr una mejor remuneración y mejores condiciones de trabajo. Los ideólogos en la conformación de la federación y principales dirigentes fueron: Guillermo Gamarra, Gumersindo Rivera, Manuel Herrera, Marcial Arana y Ernesto Fernández.
 
El día 4 de junio por la mañana Gamarra fue visitado, en su lugar de trabajo, por el teniente Coronel Villegas y los empresarios Ayroa y Blink a una charla en la oficina de la subprefectura, en la que le ofrecieron llegar a un arreglo con las compañías, dado el peligro que esto representaba para Gamarra los obreros impidieron que fuese llevado, pero Gamarra en pos de encontrar una solución al conflicto acepto ir junto con otros compañeros; una vez en la oficina, les fue comunicado que quedaban arrestados.
Para impedir la represión del ejército sobre los obreros manifestantes, Gamarra y Rivera salieron de la oficina comunicándoles a sus compañeros que estaban siendo notificados de que debían viajar a La Paz, capital del país, ha reunirse con los gobernantes, y que además ya podían regresas a sus casas a esperar los resultados de dicho viaje y reunión; pero los obreros descreídos del gobierno y temiendo por la vida de sus representantes no se movieron de la plaza.
Esto produjo que el mayor del ejército Ayroa diera la orden al “Batallón Técnico” de abrir fuego contra los manifestantes, pero en un hecho llamativo los soldados se negaron a reprimir a los trabajadores, lo que enfureció aun más al mayor Ayroa, decidiendo este tomar una ametralladora y arremeter contra los obreros asesinado a cuatro obreros e hiriendo a otros doce de los cuales tres morirían en los días sucesivos (estos son los datos oficiales, ya que, según el relato de algunos sobrevivientes, fueron mucho más que cuatro los cuerpos que quedaron desangrados en la plaza, y que luego desaparecieron), este fue el comienzo de la persecución y asesinato de los obreros. En medio de la plaza poblada de muertos y heridos se escucha el grito de una mujer, Aurelia de Tapia Leiza, quién fue callada por los fusiles, para luego caer herida.
Al día siguiente, 5 de junio, unos 6000 obreros de las regiones vecinas se sumaron a la huelga, que duraría hasta el día 9, cuando, Hernando Siles, delegado del gobierno, y el sacerdote franciscano Fernando González, recomendaron a los obreros aceptar las propuestas.
El día 8 de junio, los obreros seguían instalados en la plaza, sosteniendo la huelga y reclamando por la libertad y el regreso de los presos políticos. Pero la respuesta obtenida desde el gobierno, y por el mismo presidente del país, Bautista Saavedra, deja bien en claro de que lado estuvieron los gobiernos de Nuestra América a lo largo de la historia, es necesario que vuelvan al trabajo y como secuencia de ese acto el gobierno atenderá el regreso de algunos compañeros, los menos peligrosos, claro que esta promesa jamás fue cumplida.



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